La novela El cielo que pintamos de la autora Carmen Galdames J. es la historia de un trío de jóvenes que se ha quedado fijado en una adolescencia demasiado larga, intensa y traumática como para olvidar. Ana, Matías e Iggy guardan un secreto que los lleva a recordar ese paraíso que fue el verano de 1998. Así, al encontrarse unos años después, comprenden que ni Ana (narradora) ni Matías ni Iggy saben cómo ser sin los otros dos. De este modo, sus días adultos van pasando encerrados en una nostalgia, pero también en lo obsceno de su relación.
Con un lenguaje claro, con escenas memorables y llena de luz y oscuridad, estos personajes van exorcizando un pasado que los ha hecho parias de su entorno, para reconstruir un mundo solo de ellos.
Carmen Galdames J. Ha participado en talleres literarios dirigidos por reconocidos escritores nacionales. Esta es su primera novela.
“Entre la infancia y la adolescencia se teje la red certera e impenetrable de un triángulo que no va a cesar ni en su ímpetu ni en su intensa trasgresión. Sin embargo no existe culpa ni menos anhelos de redención. La vida es como es y los hechos se suceden de manera íntima sin espacio social, sin política. El triángulo se convierte en una forma de sobrevivencia que pone de manifiesto la manía y daño gozoso. Carmen Galdames emerge de manera nítida a la “escena” con su novela El cielo que pintamos para señalar que la infancia y la familia son espacios densos y propensos. Las siquis de sus personajes se formulan a su manera quebrando los acuerdos y desconociendo los límites. Con soltura narrativa y, de manera audaz, la novela se desliza por zonas en las que una cierta pureza deshace lo innoble y la legitimidad parece pedir nuevas fronteras para cursar sus deseos”.
Diamela Eltit
“La historia, los personajes y las atmósferas que invoca (y, a la vez, exorciza) Carmen Galdames en El cielo que pintamos exhiben un cuidado y oficio que pocos, muy pocos autores –unos cuantos, no más– logran cultivar. Galdames, por supuesto, se cuenta dentro de esas escasas excepciones. Libre de artificios formales y trampas retóricas, esta novela se lee en un idioma tan espontáneamente arriesgado como intuitivamente transparente, casi musical. Dentro de las muchas herramientas que la ficción le ofrece al escritor, no se me ocurre una mejor brújula que esa para aventurarse a explorar la memoria adolescente, un terremoto doméstico y biológico al cual nadie sobrevive sin cicatrices tatuadas en la propia biografía, condecoraciones incómdas que uno prefería no ostentar”.