Puede sonar obvio que la colaboración entre las áreas de las organizaciones es indispensable para que éstas funcionen. No obstante, en la cotidianidad se vive la descoordinación, la carencia de una visión de conjunto y de un verdadero sentido de colaboración. Mediante una corta historia, los autores demuestran que las fallas en los procesos no se pueden atribuir solo a factores externos, sino a la falta de valores que animen a la gente a apoyarse entre sí y a trabajar en una misma dirección. Sin embargo, generar una cultura colaborativa requiere romper las estructuras rígidas que aíslan a las personas. ¡Atrévase a hacerlo! .