Dos conjuntos de poemas van conformando un territorio real, sensual e imaginario, donde la geografía se une a los cuerpos del hablante y su alter ego. Diálogos que van del tono clásico a la experimentación, de la tranquilidad a lo extraordinario, en una cadencia llena de flujos y exabruptos marinos y terrestres.
«Cuando David Nash se propone hacer hablar a las islas o hablar a través de ellas, se trata sobre todo del amor, aunque siempre que se hable de amor se habla en verdad de desamor. Aquí las islas son cuerpos, eros, sangre, quiebres. Toda isla es un pedazo de herida y de soledad, algo parecido a un náufrago o un lobo en su guarida, parafraseando las figuras del poema “Isla Golondrina”, unos de los más significativos y hermosos del libro». Del posfacio de Milagros Abalo