Desde la Grecia clásica la fisonomía de los organismos, individualmente o en conjuntos, llamó la atención de quienes observaban la naturaleza y los seres vivos. Teofrasto (alrededor de 300 años antes de nuestra era) se refirió y estudió de manera sencilla la fisonomía de las plantas. El término fisonomía se refiere, en los diccionarios de diferentes lenguas, a los elementos que nos permiten conocer el carácter de los humanos por sus atributos faciales y, de manera general, a las características externas de organismos o de objetos no animados. En tiempos modernos fue Humboldt (1806) quien, con su refinada capacidad de observación de la naturaleza y su permanente innovación, aplicó este concepto en sus Ideas sobre la fisonomía de las plantas para distinguir y denominar a los diferentes tipos de comunidades vegetales que tuvo oportunidad de conocer en sus extensos viajes por el mundo. Sin embargo, su clasificación de cerca de 20 tipos de vegetación tenía más elementos para distinguir grupos taxonómicos que ecológicos. Algo similar ocurrió con los estudios de Grisebach (1872) en La vegetación de la Tierra de acuerdo con su arreglo climático y sus casi 60 'tipos de vegetación' del mundo. Varios otros autores (v.g. Pound y Clements, 1898) propusieron clasificaciones basadas en características fenológicas y de crecimiento de las plantas, que respondían a las peculiaridades climáticas de las zonas en que se encontraban. Después Raunkiaer (1905) propuso en los Tipos biológicos para la geografía botánica un sistema basado en el efecto del clima sobre las yemas de crecimiento de las plantas.