«Lo que lo distinguía era su facultad para pasar desapercibido. Por eso era un buen detective.» Juan Miranda, policía de Investigaciones, perito dibujante y planimetrista, es un hombre tranquilo, correcto, meticuloso y parco. Sus transgresiones son inocuas; su atención a los detalles, notable. En silencio asiste a la decisión de sus superiores de transferirlo desde la Brigada de Homicidios a la Guardia de Palacio durante el último año de gobierno de Salvador Allende, y allí, en La Moneda, lo encuentra la historia. Miranda no entiende de política, solo quiere volver a casa. Pero Miranda jamás ha dejado de cumplir con su deber.