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Sudamericana

Mi Mundial Mi Verdad

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A la memoria de mis queridos viejos, don Diego y doña Tota,que desde el cielo me están dando una gran mano.A Rocío, mi mujer, que me acompaña siempre.A José Valiente y Mónica.A la Abuela Lucy.A todas mis hermanas: Ana, Kity, Lily, Mary y Caly.A Benjamín.A mis hijos.A mi sobrino Cacho.A mi sobrino Davu.A Belén.Al Papa Francisco.A todos los que luchan por la paz en el mundo.A Cristina.A La Cámpora.A Moreno.Volveremos, volveremos.A Fidel.A Raúl.A Maduro.A Ortega. Al ministro Malmierca.A Javier Sotomayor y todo el pueblo cubano.A los pueblos originarios. A la memoria de Chávez.A la memoria del Che.Al sheik Mohamed bin Rashid Al Maktum. Al principito Hamdam bin Mohamed Al Maktum.A la princesa Haya bint Al Hussein.Al príncipe Alí bin Al Hussein. Y a todos los sheiks que me brindaron su apoyo.A los muchachos que trabajan para mí, acá en Dubai: Nasser, Mohamed, Marawan, Gihad y Abu Baker.A Al Rumaithi y su familia, de Abu Dabi.A Matías Morla y Víctor Stinfale, que me sacaron del pozo.A todos los utileros de la Selección argentina.Al Negro Enrique.Al Flaco Menotti. A Fernando Signorini.Al Gringo Heinze.A Palermo.Al Flaco Schiavi.Al Pocho Lavezzi.A la gente de Argentinos.A la gente de Boca. A todos los napolitanos y a mi amigo, el Tano Stefano.A Víctor Hugo y su familia.A la familia Casillo.A Valerio Antonini.A Dubai, que es mi casa.A la paz y el respeto que hay en los Emiratos Árabes Unidos.A todos los maradonianos.PRÓLOGOME HACE ILUSIÓN LEER CÓMO DIEGO CUENTA ESE GOLpor Víctor Hugo MoralesA los pocos metros de iniciar su patriada ?era contra Inglaterra el asunto? la electricidad fue creciendo y, como se aprecia en el espacio un plato volador, el extraterrestre con su emblema convocó al pasmo más profundo que el fútbol hubiera provocado jamás.Hay una especie de trinchera vista desde lo alto del estadio. Un surco en la tierra por el que avanza una potente luz a la velocidad de un cometa. Allá abajo, en el fondo de la olla del Azteca, en la penumbra, Maradona imita lo que a veces puede apreciarse en el cielo. La herida que abre en el azul misterioso un astro incandescente, ahora sucede en la Tierra. Allí va Diego con la bravura del que lleva el estandarte de su ejército en un ataque definitivo. Diego corre entre las laderas de colores ingleses, saltando trampas de piernas que buscan lo imposible. Y planta, como los escaladores en la cima, su bandera.Valdano, que lo acompañaba desde muy cerca, contaría alguna vez que Diego atinó a pedirle disculpas por no haberle pasado la pelota. Le dijo que no pudo encontrar la forma. Valdano y los futboleros se preguntan aún cómo pudo advertir el detalle durante esa corrida memorable. En uno de los pupitres del palco de prensa, este cronista de los estadios subrayó la hazaña. ?Es la jugada de todos los tiempos?, dijo, y luego lanzó las pocas palabras, aquellas del barrilete cósmico, con las que viene remando hace treinta años arropada su carrera por el invento insuperado de Diego.¿Cuántas jugadas pueden concebirse en la inmediatez de la acción? ¿Qué veía el artista? El número de errores que se arriesgaba a cometer, desde el inicio hasta el portero inglés, es infinito. Las variantes que el relator imaginaba, entre cientos de colegas apretujados, ofrecían un sumario tan amplio que fue abandonando la narración convencional.?Genio, genio, genio?, eran las modestas palabras que acompañaban al intrépido que se iba a lo más alto del mundo, por la cicatriz que abría en el césped... ¿En qué momento decidió Maradona enfilar hacia el arco? El jugador avanza mirando la pelota, pero ¿cuántas piernas, cuántos metros cuadrados de terreno, abarca su visión periférica? Pudo enganchar, frenar, ir hacia el costado, rematar desde lejos. De mil formas la jugada pudo ser una entre billones.El coraje, la intuición, un Dios detrás del Dios, afirmaría Borges, la hicieron única, definitiva y eterna. Maradona dejó la pelota en el fondo del arco de los ingleses cuando ya la foto era la de la impotencia y la incredulidad.?Quiero llorar?, decía con el puño apretado quien firma este prólogo, lanzado sobre el pupitre, envuelto

Diego Armando Maradona

Sudamericana

240 Paginas

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