En los veinticinco poemas de Quien amasa las olas, Maximiliano Díaz explora
temas como la memoria familiar, la inocencia, la muerte y la trascendencia en un
estilo narrativo cotidiano, con quiebres y retazos de diálogos, reflexiones y
escenas nítidas en las que podemos ver a trabajadores llevados por el mar
mientras mariscaban o abatidos por el derrumbe de una mina: «No digo que no
sea posible: / escarbar sobre la tierra con las mismas / cucharas plásticas que se
entregan / en servicios de urgencia y patios / de comida. // Pero cómo obtener el
resto: / piel huesos páncreas enredaderas de pelo una humilde vértebra». Las
preguntas conviven con recuerdos de un padre que quiso ser cineasta o el
revólver que una abuela no quiere llevar a mantención por miedo a que se lo
quiten, mientras adolescentes se cuelan en casas abandonadas a tomar «el trago
robado / a los padres», y a olerse y tocarse, afirmando que eso último «es mucho
más importante / que temer a la muerte».
Poemas de este libro obtuvieron el premio Roberto Bolaño en 2019.