Cuando Nikola Tesla (Smiljan, Croacia, 1856), bordeaba los 14 años quiso asustar a unos amigos que se estaban bañando junto a él. Su plan era bucear bajo una gran estructura flotante y aparecer al otro lado para sorprenderlos. Se sumergió y cuando ya no estuvo a la vista, nadó bajo la estructura, pero al intentar emerger se estrelló con una viga. Braceó hacia adelante rápidamente, con poco aliento y al intentar subir a la superficie, nuevamente estrelló su cabeza con una viga. Lo intentó otra vez, obteniendo el mismo resultado, casi ya sin aire en los pulmones. Cuando su cerebro estaba a punto del colapso, el joven Tesla experimentó lo que le venía sucediendo desde niño y que explica su original metodología creativa y su prolífico récord de invenciones: “la aparición de imágenes acompañadas de fuertes relámpagos”. Dichas proyecciones mentales -cuenta Tesla- eran objetos desfigurados de otros objetos reales. Imágenes que en un momento logró controlar hasta utilizarlas cotidianamente para viajes imaginarios y entablar amistad con personas. En un momento, esas imágenes, esos pensamientos, se volvieron “seriamente inventos”, pues visualizaba lo que pensaba con gran facilidad. No necesitaba modelos, dibujos ni experimentos: cuando tenía una idea comenzaba inmediatamente a construirla en su imaginación. Con ese procedimiento, casi ahogado y sin esperanza, Tesla hizo aparecer la estructura en su campo visual y coligió que había tablones sobre las vigas con espacio suficiente para poner su boca e inhalar un poco de aire salvador. Lo logró cuando sus amigos ya lo daban por muerto.
Tesla ha quedado en la memoria colectiva como el inventor de la corriente alterna, el genio derrotado en la “guerra de las corrientes” contra T. Alva Edison y, para los más entendidos, aquel que patentó más de 500 inventos, de los cuales prosperaron unos pocos, entre los que se cuentan el motor de inducción -compartido con Galileo Ferraris-. No obstante, como suele ocurrir con la investigación de punta, pura y aplicada, las secuelas de sus invenciones (desde los instrumentos hasta las ideas sobre lo posible de la técnica y la energía) y su legado, se ha rehabilitado como un paradigma de la creatividad visionaria. No en vano, imaginó tempranamente la comunicación inalámbrica y el uso sostenible de la electricidad.
Mis Invenciones, recoge en un breve tomo, la fascinante autobiografía de Tesla, quien se retrata a través de una prosa vívida y algunos episodios centrales que dieron forma a su genio y figura. En sus páginas, escuchamos en primera persona al niño y al joven que se levantó una y otra vez, torciéndole la mano a su destino. Estuvo destinado al clero, obligado por su padre -sacerdote, brillante orador y “filósofo natural”- y tuvo una vida accidentada, colmada de frustraciones e inquebrantable voluntad de superarlas. “De todas las cosas del mundo, las que más me gustaban eran los libros”, nos relata. Ponía grasa en la cerradura de su puerta para que no traspasara la luz y su padre lo descubriera leyendo. Quizás, su vida temprana -dispuesta en los primeros capítulos- es la más rica en anécdotas e introspecciones vitales, a la vez que decisiva para entender su biografía como inagotable y pertinaz inventor adulto. Episodios donde narra sus primeras tentativas -como la máquina voladora-, sus primeros inventos, bromas y soluciones técnicas a problemas que acuciaban su comunidad. “La labor del inventor es salvar vidas”, dice en este libro, una ética que lo acompañó de por vida y que quizás, responde también, al influjo de su madre, la que venía de una familia de inventores “cotidianos” y domésticos.
Los apartados siguientes de Mis invenciones, se articularán en torno a algunos de sus inventos que supone más significativos: la bobina, el transformador, el transmisor de aumento, entre otros. Cada uno arropado por su genealogía inventiva, su desarrollo y posibilidades, lo que nos acerca de manera multidimensional al camino y al horizonte de sus búsquedas y que dibuja en el lector la extraña sensación de entender a cabalidad la evolución de las tecnologías más sofisticadas que comenzaron a poblar nuestro mundo, desde las armas teledirigidas a la transmisión inalámbrica. En conjunto, en Mis Invenciones leemos las remembranzas de una imaginación indisciplinada, la de uno de los inventores más libertarios de la ciencia moderna.