En esta nueva convivencia, observa extrañada a su familia y lo que la rodea: una playa de arena blanca que tiene «además de hombres, cúmulos de patrones», la alfombra de pétalos que caen del jacarandá. La prosa, atenta a lo mínimo, mezcla ráfagas de recuerdos con imágenes del día a día, mientras pasa las tardes cortando flores para hacer cigarrillos: «Triturar flores con las manos da un dolor especial en el cerebro. Los pétalos secos se deshacen, se forma un polvo muy fino que se dispersa y se mete en la nariz, sube hasta la frente y embota el pensamiento». Gabriela Escobar Dobrzalovski. Overol.