Las primeras líneas de una historia deben ser hipnóticas. Únicamente las que cumplen tal objetivo logran quedarse grabadas para siempre en la memoria de los lectores. Por supuesto, el inicio de Cien años de soledad es ejemplo vivo de lo anterior. Cuando los ojos discurren por una oración como: Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo, un repiqueteo de campanas parece comenzar a sonar en nuestro interior. Un vaivén del tiempo cuya reverberación va construyendo la novela.
Gabo. Memorias de una vida mágica es la remembranza de algunos de los momentos más significativos en la vida de Gabriel García Márquez: la infancia con sus abuelos en la casa de Aracataca, el encuentro con sus primeras influencias literarias, la vida estudiantil en Bogotá, su amor con Mercedes Barcha, el periodismo, sus novelas, el Premio Nobel, etc. Si bien no es poco lo que se ha escrito al respecto del autor colombiano, en esta ocasión toca al lenguaje gráfico dar cuenta de uno de los personajes más celebrados del universo literario.
Óscar Pantoja, guionista de esta novela gráfica, se vale de los mismos recursos temporales empleados por el Nobel en su célebre obra. Constantemente aparecen escenas intercaladas en las cuatro partes que constituyen este trabajo, cada una de las cuales, ilustradas por Miguel Bustos, Felipe Camargo, Tatiana Córdoba y Julián Naranjo, gira en torno a la búsqueda de la historia que dio rumbo definitivo a la carrera de Márquez. La frase "Muchos años después" se pasea aquí y allá para crear un ambiente intemporal en la narración.
Con la publicación de la novela gráfica sobre Gabo se diversifican los medios a través de los cuales los mundos surgidos de su imaginario emigran al imaginario colectivo, constatando que la literatura es un diálogo interminable.