Contra toda convención de aquello que solemos llamar comunicabilidad, la obra de Bernstein destaca por realzar su contracara, utilizando aquello que se filtra por las vías de escape: pone en jaque ese cliché de que un poema necesariamente debe decirnos algo (como si pudiéramos ponerlo en la bolsa de valores o cuantificarlo). Remando a contracorriente, en Abuso de sustancias encontramos formas irresolutas de zafar, de hacer forados en la linealidad del supuesto sentido. Es así como los lectores quedamos marcando ocupado, a través de mecanismos excesivos en su fragmentación; en el uso reiterado del collage con múltiples registros y tonos que arman un laberinto de entradas, para nuestros posibles vínculos con los cortes, con esos restos que quedan deambulando en la interfaz.