Calcio en la mirada de la noche de Lucas Costa aborda la experiencia de la paternidad en diversos registros y tonos. El mismo título abre la idea del alimento y la nutrición, pero desde un padre que sabe que nunca podrá tener el vínculo estrecho de la madre con sus hijos; ese contacto directo de piel tan íntimo es suplido por las palabras que desean ser del color de la leche y llegar a tener su sabor. Esta tensión despliega un imaginario proyectivo de ese deseo incesante e imposible a la vez.
La obra contrarresta las certezas vinculadas a la paternidad, al mostrar una manera distinta de entender ese rol, como una voz vacilante en torno al desconcierto y la alegría que provoca la llegada de un otro. No se intenta idealizar la figura del padre, sino mostrarla como la convivencia simultánea de momentos celebrativos junto con sus fantasmas y sus miedos.
Además, los referentes se desplazan en pos del juego, como una manera de regresar a la infancia y traspasar ese umbral. Así, luego de una primera parte, “Ciencia horizontal de la espera”, donde los versos son como susurros de alguien que habla de la experiencia que no se puede asir, el diálogo “invisible” con la hija; se pasa a una segunda llamada “El futuro de la piel” en la que las ideas van mutando, se concatenan y dispersan en el afán de apelar a la gestación, dando paso a la búsqueda de una pulsión creativa más primigenia. Finalmente, en “Del color de la leche”, la más radical desde el punto de vista formal, se suspende la reflexión racional y conceptual, acogiéndose sin más al asombro: la palabra es un cuerpo al que no le resta más que una admiración somática de la aprehensión de los sentidos.
