La vida de nuestros profesores es en general, un canto a la humanidad. Especialmente cuando hablamos de profesores normalistas o profesores que trabajan en el campo, en la marginalidad o la vulnerabilidad. Desde luego, los mejores profesores siempre han estado en la educación pública porque allí están los máximos desafios, las más abismales carencias y la menor retribución económica. Parece un sarcasmo, pero es así. No es posible trabajar en esos lugares y condiciones sin vocación por el otro y sin vocación por la esperanza. Los relatos que reúne este libro son conmovedores, demasiado conmovedores, como para no comprender qué significa realmente ser educador. Los libros, las teorías, las evaluaciones quedan atrás, muy atrás, cuando tenemos la posibilidad de entrar en el corazón mismo de la educación y descubrir que éste estaba y está en el corazón de sus maestros.