En 1976, Gretel Ehrlich viajó desde Nueva York a Wyoming para trabajar en un documental sobre los grandes ranchos de ovejas. Estando allí, su pareja muere de cáncer y es cuando decide quedarse para hacer de ese mundo de vastos espacios y grandes soledades un refugio para su dolor.
En esta colección de breves ensayos sobre la vida rural en Wyoming, Ehrlich –quien para Amy Liptrot podría parecer la descendiente literaria de Emerson, Thoreau y John Muir– captura tanto la increíble belleza y dureza de las fuerzas naturales en esos remotos paisajes como la profundidad, la ternura y el humor de las extravagantes almas que allí viven. Tan duro como tierno, El consuelo de los espacios abiertos es, además, la historia de su propia experiencia vital, de un renacimiento conmovedor en el aliento de los espacios vírgenes: «Todo en la naturaleza nos invita continuamente a ser lo que somos», escribe.