El cerebro humano procesa, desde el principio de los tiempos, una memoria orgánica y una mineral,
grabada en piedras y tabletas de arcilla. Junto a ellas, de forma paralela, se ha desarrollado otra más
profunda, silenciosa y revolucionaria: la memoria vegetal, impresa en papiros y en trapos hasta llegar al
papel procedente del árbol que conocemos hoy. Su instrumento de supervivencia es el libro, objeto de
amor y devoción durante siglos. Umberto Eco dedica estos textos inéditos y exquisitos a los bibliófilos
como él, a los futuros bibliófilos y a los que no saben que lo son. Un guiño a todos los vagabundos de las
interminables bibliotecas reales o imaginarias de la historia y un llamamiento a aquellos lectores que,
como decía Bradbury, permanecerían leyendo «en una casa que arde»