En las dimensiones radicales de la experiencia, un escritor tiene que saber integrarse al ruido de la calle y recluirse en el silencio de la caverna. El ruido y el silencio no son extremos de la vida sino expresiones de ambigüedad. Por lo tanto, un escritor necesita adaptarse a las infinitas variaciones de la naturaleza humana y sus múltiples escenarios: construir, mediante palabras, una geografía imaginaria y sensual, donde la vida aparezca en su forma más intensa y dramática. Leer, como escribir una novela, es una negociación con el inconsciente y un diálogo profundo con uno mismo.En La piel de un escritor, Alonso Cueto religa las premisas literarias que tienen lugar en el acto de contar, leer y escribir historias con la obsesiones, pasiones y violencias que movilizan a escritores y lectores, personajes e historias, comunidades y narraciones, trazando nuevas zonas de búsqueda: verdaderas tentativas de asombro ante las posibilidades de la vida y del lenguaje.