La libertad de expresión nunca ha tenido tantas oportunidades como en la actualidad: gracias a internet, todos podemos propagar cualquier idea y alcanzar una audiencia potencialmente millonaria. Pero tampoco ha sido nunca tan fácil expandir los males de la expresión ilimitada: intimidaciones, graves violaciones de la privacidad o difusión de falsedades e incitaciones al odio que pronto adquieren un carácter viral.
Timothy Garton Ash, experto conocedor de las dictaduras y la disidencia política, argumenta en estas páginas que, en nuestro mundo conectado —la nueva Cosmópolis—, la combinación de libertad y diversidad implica disponer de más y mejor libertad de palabra. En un planeta dominado por las divisiones culturales, ¿cómo encontrar formas civilizadas de estar en desacuerdo? Garton Ash dirige un proyecto global online —freespeechdebate.com—, en el que invita a reflexionar sobre los conflictos relativos a la libertad de palabra: desde la censura orwelliana en China hasta la controversia acerca de las caricaturas de Mahoma en Charlie-Hebdo; desde la detención de periodistas incómodos con el poder o la persecución de los activistas pro derechos humanos hasta los riesgos que conlleva el imperio de las grandes empresas tecnológicas.