¿Cuál es la fuente de los saberes humanos? ¿Podemos vivir sin certezas? ¿Con qué criterios podemos aceptar que lo que conocemos sea verdadero o falso? ¿Sirve el escepticismo para lograr una vida mejor? En las últimas décadas, para alcanzar la verdad o la tranquilidad interior, se han reivindicado casi todas las escuelas de la sabiduría antigua: desde los estoicos a los cínicos, desde los epicúreos a Platón y Aristóteles, pasando por los taoístas chinos, los budistas del zen japonés o el yoga indio. En esta recuperación constante de los clásicos tan solo parece faltar la escuela escéptica. Hoy en día tendemos a asociar escepticismo con incredulidad ordinaria. Sin embargo, el escepticismo no implica una negación absoluta, sino más bien todo lo contrario, es decir la puesta en cuestión de dogmas, tópicos y prejuicios. El escepticismo filosófico deriva de la palabra skepsis que significa «investigar», no conformarse con una respuesta dogmática. Pensar con sentido implica dudar, cuestionar las aparentes certezas. Es por ello que el escepticismo ha sido una de las más potentes tradiciones de la historia de la filosofía y de la ciencia, que sigue vigente y merece ser reivindicada si queremos comprender aspectos fundamentales de nuestra mente y de lo que nos rodea. Una obra de singular importancia que reconstruye el pensamiento de los escépticos grecolatinos, dirigida por igual a iniciados y profanos. Daniel Tubau nos propone pasear de la mano de los escépticos para llegar al conocimiento admitiendo nuestra ignorancia. Además, nos revela que a través de la duda podemos encontrar un camino hacia la felicidad.